Por Mercedes Montero*
Síntesis del contenido del libro DESAPARECIDOS. Autor Coronel Alfonso
Plazas Vega con Prólogo del ex. Ministro Fernando Londoño Hoyos.
Publicado en:
·
Revista
Gentiuno, Caracas
·
El
Republicano Liberal, Caracas
·
Opinión
y Noticias, Caracas
·
Frente
Patriótico, Caracas
24 Mayo 2013
Ante una situación como la
que se vive actualmente en el Hemisferio Occidental, en el cual todos sus
pueblos están sufriendo los embates del Castro comunismo es necesario que se
conozca la verdadera historia de lo sucedido durante el asalto al Palacio de
Justica colombiano, por parte del M-19 (Movimiento guerrillero) en connivencia
con la mafia de los narcos, con el objetivo de doblegar a la democracia más
antigua de Latino américa para transformarla en un narco estado.
El año 1.985 tiene un
significado especial en la historia de Colombia, ya que se libraba una cruenta
guerra entre el menguado ejército colombiano y el muy adinerado narcotráfico
que para nada le temía al primero. A lo único que le temía era a su extradición
a USA; razón por la cual apelaron a la contratación de un verdadero ejército de
abogados, entre los cuales se encontraban exmagistrados
de las Cortes de Justicia quienes con mentalidad mercenaria serían capaces de
cualquier cosa, para combatir el tratado que había suscrito el gobierno
colombiano con USA.
La vía judicial no le era
favorable a las FARC, era
del conocimiento público que la Sala Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia tenía lista la ponencia para declarar válida la extradición de
narcotraficantes, medida esta que contaba con el respaldo unánime. Las
amenazas continuas y crueles contra los jueces no habían surtido efecto. Los
centenares de pliegos escritos por sus bien aceitados leguleyos, tampoco. El
Tratado iba a aprobarse. A la
mafia sólo le quedaba la aplicación de la violencia que sería desplegada por la
unión entre la mafia y el M-19 grupo de origen comunista,
cuyos miembros eran en buena parte militantes antiguos de las FARC.
Se darían dos golpes de
Estado, reunidos en una sola operación. Con el primero, se asesinaría parte de la Corte y se conservaría
el resto como rehén para conseguir la rendición del Gobierno y la promesa
formal de que no haría extradición de colombianos. Con el segundo, el
Presidente tendría que abandonar su Palacio para sentarse en una mesa de
negociación, abierta nada menos que en el Palacio de Justicia, para resolver
los problemas del país de acuerdo con lo expresado por el Comunismo, mezcla de
Marx con discursos extravagantes sobre Justicia Social. Sobre esta base se
selló la alianza para que la mafia pusiera las armas, dinero y cuanto resultara
menester (su capacidad económica, era tanta que podía ofrecer, como en efecto
ocurrió, hacerse cargo de toda la deuda pública externa de la Nación, como
contraprestación a los beneficios judiciales que esperaban), y las FARC
pondrían el atrevimiento para desafiar con las armas y en semejantes
condiciones a la más antigua y estable democracia de América Latina.
Los días 6 y 7 de noviembre
de 1.985, ante la
curiosa y nunca inexplicada ausencia de la Policía de custodia, los
guerrilleros penetraron al Palacio de Justicia, previo el asesinato de sus casi
inermes guardianes. Rápidamente se apoderaron de todas las instalaciones,
hicieron trincheras de los sitios estratégicos, prendieron el fuego que les
interesaba, asesinaron a sangre fría unos cuantos magistrados y se dispusieron
a esperar la llegada del Presidente de la República. En su lugar llegaron los
soldados, que hicieron cara a los armamentos ultramodernos y a los sitios
previamente definidos como los mejores por la turba asesina. Pero nada los arredró.
Un puñado de héroes salvó la República y a liberó a centenares de inocentes que
iban a ser masacrados; a costa de los mayores sacrificios y la vida de soldados
y policías, que dejaría una inmensa cuota de dolor.
Cuando todo terminó, muchas
horas después. Cuando del Palacio en cenizas solo quedaron los últimos
rescoldos, los colombianos que estuvieron a punto de perderlo todo, sintieron a
salvo la libertad, la fe en el destino de Colombia y de su honor sin mancilla.
Por eso saludaron paso de las tropas y a su Comandante Alfonso Plazas Vega.
El número de muertos en
este lamentable hecho fue de 94. Entre ellos hay 14 cuerpos sin identificar,
que no corresponden ni a Magistrados, ni a guerrilleros, ni a miembros de la
Fuerza Pública, ni a visitantes del palacio. Esos son los cadáveres de los desaparecidos,
que no están desaparecidos sino sin identificar. Los jueces de 1986 a 1992 así
lo manifestaron, y responsabilizaron de su muerte al M-19.
Pero en el 2005 el Fiscal
Mario Iguarán abrió una investigación de corte estalinista para condenar a los
militares y exculpar a los guerrilleros del M-19, que ahora están en el poder (Petro
es Alcalde de Bogotá, Navarro Wolf fue Ministro, Senador, Gobernador y
ahora da clases de moral, Oti Patiño es columnista de El Tiempo, Vivian
Morales fue Fiscal General de la Nación, Alirio Uribe preside el
colectivo de abogados, José Alvear Restrepo que es el acusador contra Plazas
Vega)
En 1985 los militares rescataron 260 personas con vida de las garras de
los terroristas del M-19, ese logro en cualquier nación civilizada les hubiera
permitido vivir llenos de reconocimiento por parte de la sociedad y protegidos
con sus familias, sin embargo hoy están privados de libertad y han tenido que
sacar a sus hijos del país.
Entre 1985 cuando
sucedieron los hechos del Palacio de justicia y 2005 hay 20 años, pero durante
ese tiempo Plazas Vega fue Jefe de Estado Mayor de una Brigada, Agregado
Militar en España, Profesor en la Escuela Superior de Guerra, luego se retiró
del Ejército porque el ministro Navarro Wolf (M-19) no lo dejó ascender
a General, teniendo las más altas calificaciones de su promoción en todas las
áreas. Ya en el retiro fue cinco años profesor universitario, Gerente de una
empresa, Ministro Plenipotenciario en Sudáfrica, y finalmente nombrado por el
Presidente Álvaro Uribe Vélez como Director Nacional de Estupefacientes.
Es decir su vida pública se
proyectaba muy bien, en dos comentarios de prensa (ambos de un par de renglones
en el diario El Tiempo), mencionaban su nombre como ministeriable. De hecho la
DNE era un Ministerio sin cartera. Los terroristas de cuello blanco tenían el
temor de que siguiera ocupando posiciones en las cuales pudiera hacerles daño
político o judicial.
Su labor en Estupefacientes
fue tan sólo de dos años y medio, entre 2002 y 2004. Sin embargo en ese
lapso le quitó a los diferentes carteles de la droga la suma de mil millones de
dólares en bienes. Razón por la cual es odiado y lo tienen condenado a muerte.
Aun así dice que nunca ha sido objeto de atentado alguno contra su vida. Salvo
su traslado a la fuerza del Hospital Militar a la cárcel de la Picota en el año
2009 donde apenas permaneció nueve días, y se negó a recibir medicinas ni
comida del INPEC (guardia penitenciaria). La inteligencia militar afirma que el
plan era envenenarlo. No lo consiguieron. Apenas salió de la DNE inventaron el
proceso de los desaparecidos del Palacio de Justicia.
El 29 de Enero de 2012 fue
condenado en Segunda Instancia por dos magistrados que no conocían el proceso. Quien lo conoció, que fue el
ponente, pidió su absolución y la revocatoria de la sentencia de primera
instancia. Como los otros dos no lo secundaron, Hermens Lara Acuña hizo el
salvamento de voto. Pero fue condenado por el señor de la cafetería
Rodríguez Vera, y la guerrillera Irma Franco quien si está desaparecida, porque
salió viva del Palacio de Justicia y fue llevada al sitio donde la Inteligencia
Militar identificaba a los rescatados y determinaba su destino. Ese lugar es un
museo conocido como "la casa del Florero". Allí llegó viva. Plazas Vega
no tenía ninguna responsabilidad sobre el manejo de inteligencia ni de las
personas que allí llegaban. Su responsabilidad terminaba cuando entregaba a ese
lugar los rescatados vivos. ¿Porque lo quieren hacer responsable también de la
guerrillera?
Han pasado 26 años y
Colombia está de nuevo amenazada por el mismo enemigo, pero ahora las armas son
distintas, mucho más sofisticadas, más mortíferas, mejor calibradas. Los que no
pudieron dar un golpe de Estado, ahora lo intentan por otros caminos. Les basta
el artificio de una justicia indigna; los testigos falsos, e inexistentes; la
ingenuidad y la cobardía de una sociedad que no sabe defenderse; se agazapan
detrás de una toga y un birrete para ametrallar honor, sentimientos, valores, y
aspiraciones.
Valores y aspiraciones
Los muertos del Palacio de
Justicia, que el Coronel Plazas Vega demuestra en su libro DESAPARECIDOS EL
NEGOCIO DEL DOLOR, que
están donde dice que están, quieren ser canjeados por sus herederos por un
puñado de dólares concedidos por algún tribunal de justicia. Para lo que se
requiere, claro está, que Plazas Vega sea condenado por un delito que nadie ha
cometido. Los supuestos
desaparecidos, no desaparecieron. Fueron cruelmente sacrificados por los
compañeros de guerrilla de uno de los demandantes, un tal René Guarín.
*mechemon99@yahoo.co.uk
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