22 marzo, 2013

VISITANDO AL HÉROE


Jueves 21 de Marzo de 2013.

Ayer lo visité por segunda vez. Tal como en la primera ocasión al ver aparecer su figura se siente la grandeza de su ser, más que por su estatura, que rebasa la mía por varios centímetros, creo que es por la gloria de tantas luchas y tantas batallas ganadas que carga en su memoria.
 
Su expresión un poco cansada, no sé si por interrumpirle su siesta después del almuerzo o por los problemas que le agobian, me hizo recordar la desigualdad con la que libra su actual batalla.
Aferrado a Dios y a los hechos históricos plasmados en los principales diarios, que guarda con recelo y cautela en carpetas y folders perfectamente organizados y conservados, sabe que su lucha es cuestión de tiempo y es por ello que no pierde sus esperanzas.

Sentados en una mesa tomando un café le pido con el mayor respeto que me cuente la historia del día en que llevó a cabo su mayor hazaña, el día en el que se hizo grande e inmortal porque con honores tiene merecido un capítulo especial en libro de nuestra historia.

Su expresión cambia y con entusiasmo empieza a relatarme esta fascinante historia, recuerda perfectamente las horas y minutos de aquel día en que por poco se pierde nuestra patria para siempre. Describe perfectamente los lugares, las personas, sus comunicaciones, sus indicaciones, las órdenes que recibió y que impartió, sus pensamientos, sus temores. Su relato es tan vívido y tan fascinante que me parece estar allí viviéndolo, con la seguridad de estar al lado de uno de los héroes que gestó aquella conquista. Los sonidos, los paisajes, los olores, todo es tan preciso que no hace falta mucha imaginación para recrear detalladamente los acontecimientos.

En algunos momentos su voz calla y su mirada se pierde en el espacio, no sé si queriendo revivir aquellas gloriosas épocas o tal vez buscando en ellas una explicación a su desdichada situación actual. Cuando vuelve en si retoma la historia y hace observaciones puntuales de algunos acontecimientos que sucedían simultáneamente en algún otro lugar de la urbe. Su emoción al relatar es tal que, tomando de su bolsillo un bolígrafo y de la mesa una servilleta, nos hace un dibujo preciso de las posiciones ocupadas aquel día y el lugar exacto dónde se desarrolló cada uno de los hechos. 

Cuando termina su narración tengo una sensación similar a la de una extraña euforia que se siente al final de una buena película en la que triunfan los buenos, con la diferencia de saber que estos acontecimientos fueron reales. Su culminación es tan excitante que casi siento derramar algunas lágrimas de alegría y en el brillo de sus ojos se percibe lo vívido de sus recuerdos cuando, terminada la batalla y después de ver imágenes terribles de sus hombres caídos y los enemigos abatidos en el lugar del combate, que casi se escondían detrás de una nube de hedor que combinaba los olores de unos cuerpos en descomposición y otros calcinados en el infierno desatado al interior de aquel edificio, nos relata cómo entraba a su guarnición dónde centenares o miles de personas los esperaban, a él y a su tropa, ansiosos entre vivas y vítores. Sus soldados desobedeciendo sus órdenes y rompiendo cualquier protocolo militar corrieron a abrazarle, así mismo la multitud de civiles, que los guardias no consiguieron contener, se juntaron en aquel abrazo y aquel festejo eufórico.

Hoy su batalla no es más campal, es jurídica, sus antiguos contrincantes, hoy convertidos en jueces y políticos, han realizado un absurdo e impreciso montaje en el cual le culpan de algunas muertes o desapariciones de civiles ocurridas aquel día. Las imprecisiones en su caso, si no fuera porque lo mantienen preso, son tan risibles que serían el perfecto guion para una tragicomedia teatral.

A dónde fueron todas esas personas que lo recibieron tan eufóricamente aquel día? Logró la prensa amarillista su cometido de hacerlo parecer culpable, ocultando los hechos reales y dándole más importancia y credibilidad a las calumnias de una fiscal corrupta? 

Para verdades el tiempo y para justicia Dios, estando allí y escuchando los detalles de su historia, para mi queda claro que estoy ante un hombre correcto, con un corazón puro, con la templanza de un militar y la ternura de un abuelo. 

El Coronel Plazas Vega es inocente y merece estar en libertad disfrutando de su familia. He leído bastante sobre el caso y no tengo ninguna duda al respecto, si de algo es culpable es de haber salvado la patria el 6 de Noviembre de 1985 y no terminada allí su labor siguió realizando grandes tareas para el estado Colombiano hasta que fue injustamente apresado.

Juan Manuel Jaramillo
@JuMaJaRa

2 comentarios:

  1. Así como narra el vivo retrato y la historia del Coronel Plazas Vega, así mismo me sentí junto a usted durante su entrevista con él. Felicitaciones y gracias por su excelente narrativa sobre este Gran Héroe de la Patria.

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  2. Gracias Juan Manuel Jaramillo por compartir esta historia tan linda y triste a la vez; pues los togas negras hasta el cansancio se han dado cuenta de la inocencia de este heroe pero no se sabe qué intereses los ha llevado a dejarlo entre rejas sabiendo que el que debería estar entre otros, allí encerrado, es el que está "manejando" la alcaldía de Bogotá. Ojalá estos "jueces" no se arrepientan mas tarde de lo que han hecho. A todo santo se le llega su día.

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